Cada vez conocemos a más gente en nuestro entorno con alergias o intolerancias a uno o más alimentos. En las últimas décadas parece que ha aumentado el número de casos, sin tener aún una respuesta clara en cuanto al motivo, aunque se barajan causas como los cambios de hábitos y estilo de vida (alimentos ultra procesados, estrés, higiene, contaminación ambiental, etc.) y mejora en los procesos diagnósticos. Tanto las alergias como las intolerancias alimentarias se engloban dentro de las reacciones adversas a los alimentos.
¿En qué consisten las reacciones adversas a los alimentos?
Una reacción adversa a los alimentos consiste en una respuesta clínicamente anormal asociada a la ingesta, contacto o inhalación de un alimento, de sus derivados o de alguno de sus aditivos, de forma que ante estas situaciones pueden aparecer una serie de síntomas que pueden ser muy variados como, por ejemplo, afecciones en la piel, dolores digestivos, diarreas o migrañas, entre otros.
Dentro de estas reacciones hay que distinguir entre alergias e intolerancias, ya que son situaciones diferentes:
- En una alergia alimentaria participa generalmente el sistema inmune, que actúa frente a un componente del alimento denominado alérgeno, que suele ser una proteína.
Cuando una persona alérgica entra en contacto con el alimento, puede sufrir síntomas leves, como alteraciones en la piel (enrojecimiento, urticaria, hinchazón de labios y párpados), alteraciones digestivas (vómitos, dolor digestivo, diarrea, picor de boca y garganta) o alteraciones respiratorias (rinitis, asma), o síntomas graves, que son menos frecuentes, como puede ser una reacción anafiláctica donde se ven afectados órganos o sistemas.
Las alergias no suelen depender de la dosis de alimento con el que se entra en contacto, es decir, pueden aparecer síntomas directamente con pequeñas dosis.
El tratamiento consiste en la eliminación total del alimento o compuesto que causa la alergia.
- En una intolerancia alimentaria se produce una reacción en la que no interviene el sistema inmune, sino que existe una dificultad en la absorción de algún componente del alimento, generalmente un azúcar.
Los síntomas más comunes en una intolerancia alimentaria suelen ser digestivos, como náuseas, vómitos, diarrea y/o dolor abdominal.
A diferencia de las alergias, las intolerancias sí dependen de la dosis, de forma que pueden no presentarse síntomas y molestias con pequeñas dosis o cantidades controladas, por lo que es necesario personalizar las ingestas. Por este motivo el tratamiento no consiste, a diferencia de las alergias, en evitar totalmente el alimento o compuesto, sino en determinar qué cantidades puede tolerar la persona para no superarla en los menús.
¿Qué alimentos suelen producir con más frecuencia este tipo de reacciones?
En el caso de las alergias, podrían asociarse a cualquier alimento, sin embargo, los más habituales son la leche de vaca, huevo, pescados y mariscos, legumbres, cereales, frutas y frutos secos.
Algunas de estas alergias, como por ejemplo a la proteína de la leche de vaca o al huevo, pueden aparecer en la primera infancia y desaparecer con los años, mientras que otras, como la alergia al pescado o a los frutos secos, suelen perdurar en el tiempo.
Además, es interesante saber que actualmente fuentes oficiales, como la ESPGHAN, indican realizar la introducción temprana, a partir de los seis meses, de aquellos alimentos considerados alergénicos en la alimentación del bebé, ya que esto podría proteger de padecer una alergia alimentaria más adelante. Es por eso que hoy en día ya no se recomienda posponer la introducción de alimentos que antes se retrasaban por el riesgo de alergias, como el huevo, las legumbres, el pescado o los frutos secos.
Es importante, una vez se tiene el diagnóstico de una alergia alimentaria, eliminar totalmente aquellos alimentos que nos resultan alergénicos, siendo imprescindible hacer una buena lectura de las etiquetas de los productos que compramos, ya que en muchas ocasiones es posible que en el listado de ingredientes no encontremos el alimento en cuestión, pero sí otros componentes derivados de estos que pueden contener restos de la proteína que da lugar a la alergia. Un ejemplo es la adición de grasas omega 3 a algunos productos para enriquecerlos, la cual al proceder del pescado puede contener restos de proteínas y dar lugar a reacción en personas alérgicas.
Otro momento que puede ser clave en la prevención de una alergia es a la hora de salir a comer fuera de casa. Las cartas de bares y restaurantes deben indicar de forma obligatoria la presencia de los 14 alérgenos más habituales, para que la persona alérgica pueda seleccionar los platos adecuados. En caso de duda o falta de información, siempre se debe evitar el plato.
Cuando se trata de intolerancias, la más habitual es la intolerancia a la lactosa, que en muchas ocasiones se confunde con la alergia a la leche de vaca. A diferencia de una alergia, en la intolerancia a la lactosa no se produce una reacción inmunitaria frente a la proteína de la leche, sino que se da un déficit de enzima lactasa, la molécula encargada de digerir este azúcar (lactosa). Al no poder digerirlo por completo, da lugar a síntomas como gases y diarrea. Mientras que en una alergia a la leche de vaca no se puede consumir ninguna cantidad por mínima que sea, ya que daría lugar a una reacción, en el caso de una intolerancia sí podrían tolerarse pequeñas cantidades, por lo que en este caso habría que personalizar el tratamiento, identificando qué cantidad es bien tolerada. Por ejemplo, en muchos casos no se tolera un vaso entero de leche, pero sí un poco de yogur o queso, ya que estos derivados contienen menos lactosa, o ese mismo vaso de leche distribuido a lo largo del día, por ejemplo, repartiéndolo en tres tomas.
Otros ejemplos de intolerancias son la intolerancia a la fructosa, un azúcar presente principalmente en frutas y verduras, o la intolerancia a la histamina, sustancia presente en algunos alimentos como fermentados, ahumados, curados o conservas de pescado.
Por último, cabe destacar una reacción adversa compleja a día de hoy, como es la enfermedad celiaca. En esta se produce una reacción al gluten, una proteína presente en cereales como el trigo, la cebada, el centeno o, generalmente, la avena, que no se considera alergia ni intolerancia, sino una reacción de carácter autoinmune, donde el cuerpo reacciona atacándose a sí mismo. Ante este diagnóstico, es muy importante eliminar el consumo de alimentos o productos que contengan gluten, por lo que es muy importante leer siempre las etiquetas y, en el caso de comer fuera de casa, acudir a un sitio de confianza que garantice la ausencia de gluten.
En este caso, se da mucha importancia al control en la ingesta de estos alimentos porque no sólo da lugar a síntomas puntuales después de su consumo, sino que el incumplir la pauta de forma recurrente produce un aumento en la inflamación del intestino y en la atrofia de las vellosidades situadas en este y que son las encargadas de absorber los nutrientes de los alimentos, por lo que puede terminar en carencias y otro tipo de sintomatología más amplia que afecta a todos los sistemas.
Si padeces alguna intolerancia o alergia o crees que puedes padecerla y necesitas el asesoramiento de un profesional de la nutrición, no dudes en acudir a Élite y nuestra nutricionista se encargará de evaluar tu caso de forma personalizada y adaptar el menú a tus necesidades. Puedes contactar con nosotros mediante este formulario o en nuestro número de WhatsApp 656 50 13 17.