¿Influye el estrés la curación de los tejidos y en el dolor?
Esta semana el post va dedicado a saber un poco más acerca de la palabra mas nombrada por el ser humano hoy en día: el estrés, y cómo influye en el proceso de curación de los tejidos.
¿Qué es el estrés? ¿Cómo se genera? ¿Qué ocurre en nuestro cuerpo? ¿El estrés te hace tener más dolor? ¿Puede causarlo? Seguro que alguna te has planteado alguna de estas preguntas.
Para entender mejor la respuesta de estrés es necesario entender cómo funcionan los diferentes sistemas de nuestro cuerpo para dar la respuesta de estrés ante una posible situación de amenaza.
El sistema nervioso simpático
Tenemos un potente y rápido sistema de respuesta, que nos permite afrontar situaciones de amenaza y que nos ayuda a protegernos frente a ellas: es el sistema nervioso simpático. Este es el sistema que libera adrenalina en el cuerpo. Normalmente, hace un montón de tareas domesticas en tu cuerpo, como, por ejemplo, regular la respiración y el sistema digestivo. Controla también la tensión arterial.
Existen dos sistemas que se combinan para liberar adrenalina. El primero es la parte interna de la glándula suprarrenal que vierte rápidamente adrenalina en la sangre. Después, el sistema nervioso simpático distribuye la adrenalina por todos los tejidos. Con estos dos sistemas la adrenalina desencadena múltiples e importantes efectos. Todo está dirigido por el cerebro, que trabaja en respuesta a los estímulos sensoriales que le llegan de los tejidos, los ojos, los oídos, pensamientos, creencias, percepciones, estados de ánimo y recuerdos.
Junto con el cortisol (hablaremos un poco más abajo), la adrenalina proporciona energía al cerebro, músculo y corazón, te pone los pelos de punta, dilata tus pupilas, contrae tu intestino, suprime la actividad inmunitaria e inhibe el sistema reproductor. Todo esto es extremadamente útil si decides emprender una acción de lucha o huida, como por ejemplo salir corriendo de algún sitio.
El sistema nervioso simpático está diseñado como un interruptor (ON/OFF), se activa de forma inmediata y vuelve a su estado normal, una vez la situación estresante ha desaparecido. Cuando tenemos ante nosotros una posible situación de amenaza ya sea física o psicológica, se ponen en marcha diferentes respuestas mencionadas más arriba para ponerte alerta y actuar. Una vez que desaparece o termina esa situación estresante, todas esas respuestas van desapareciendo al cabo de una hora y media para volver a su estado basal.
El sistema nervioso parasimpático
Mientras que la estimulación del sistema simpático provoca una liberación de energía, el parasimpático está normalmente más interesado en disminuir el gasto energético y conservar la energía. Ayuda a la digestión, almacena la energía, reabastece a las células y activa la reproducción. En lugar de lucha y huida es “descanso y digestión”.
Sentirse apoyado y apreciado probablemente llevará a las personas excitadas simpáticamente hacia un estado parasimpático de calma y protección. El sistema parasimpático está mas activo durante el descanso. Por lo tanto, el sistema nervioso parasimpático esté trabajando en algunos momentos del día y sobre todo por la noche es necesario para el reabastecimiento, curación y crecimiento de los tejidos.
El sistema endocrino
Junto con los sistemas simpático e inmune, el sistema endocrino es otra pieza clave en la respuesta del estrés. Trabaja con el sistema simpático. Las regiones anatómicas más importantes son las áreas cerebrales de control del estrés (hipófisis e hipotálamo) y las glándulas suprarrenales, las que están encima de tus riñones.
Estímulos amenazantes, recuerdos y circunstancias hacen que el hipotálamo libere hormonas, que a su vez hacen que la hipófisis libere otras hormonas en la sangre. A continuación, la glándula suprarrenal produce una serie de hormonas necesarias para el mantenimiento del equilibrio en la vida. Una hormona clave es el cortisol.
¿Qué hace el cortisol?
El término “sustancia química del estrés” se aplica frecuentemente al cortisol. Junto con la adrenalina, el cortisol es una sustancia química que te protege cuanto estás en una posible situación de peligro. Reduce la velocidad de aquellos procesos del cuerpo que no son necesarios para una protección inmediata y estimula los que sí lo son. Por ejemplo, si estás andando por la calle y te doblas el tobillo y te haces un esguince, pero de repentes ves que alguien te está intentando robar, tu cerebro pone todos los mecanismos necesarios para que escapes de esa situación, los sistemas que se ponen a trabajar a full son los músculos (para sostenerse y escapar), tu cerebro (para pensar con rapidez) y algún suplemento de endorfinas (sustancia supresora de los mensajes de peligro) y a su vez, disminuye el trabajo de los sistemas que no son necesarios como la digestión, la reproducción y los procesos de cicatrización de los tejidos.
En definitiva, tanto si la estamos ante una amenaza que implica un riesgo físico como psicológico, la emergencia incrementa la producción de cortisol.
Por lo tanto, la respuesta de estrés en diferentes situaciones es muy importante para nuestra supervivencia.
Por otro lado, niveles de cortisol persistentemente alterados pueden originar, sin embargo, unos cuantos problemas. El incremento de cortisol se ha relacionado con el retraso de la cicatrización o curación de los tejidos, reduce la función inmunitaria, debilita la actividad del aparato reproductor y disminuye la líbido, produce alteraciones en la digestión y absorción de nutrientes, deteriora la calidad del sueño y disminuye el rendimiento físico.
Así, el problema no es el estrés como tal, puesto que es una respuesta necesaria de nuestro cuerpo, sino el estrés mantenido de forma continuada, es decir, que el sistema simpático y neuro-endocrino estén activos y trabajando a pleno rendimiento continuamente.
Durante el proceso de curación de una lesión, es necesario que esté presente y trabajando el sistema parasimpático para que fomente la curación y crecimiento de los tejidos.
¿Qué implicación tiene el estrés en las diferentes patologías musculo-esqueléticas?
En esta última década, las investigaciones en neurociencia del dolor han estudiado si había algunos factores psicosociales que podrían marcar la evolución de una patología musculo-esquelética. Como establecer un pronóstico en según qué patologías es complicado, se establecieron los factores pronósticos, que en general, se consideran aquellos factores que están presentes en el momento del diagnóstico o presentes al inicio del problema y que marcan una evolución determinada.
En el campo del dolor, estos factores pronósticos se dividen en dos grandes grupos: el primero relacionado con la patología y el estado de los tejidos, el segundo relacionado con los factores psicosociales.
Se consideran factores psicosociales:
- El catastrofismo, es decir, el pensamiento catastrófico de imaginar los peores escenarios posibles, suponiendo que se producirá un desastre, aunque no tengamos motivos razonables para pensar así. Por ejemplo, “siempre me pasa todo a mí”, “Si me duele es que tendré algo muy grave y no me voy a poder mover”.
- La kinesiofobia, o miedo al movimiento, que es el temor al dolor que aparece con el movimiento y conlleva la evitación de actividades físicas, sociales o profesionales que se asocian a la aparición de dolor.
- Expectativas y creencias erróneas acerca de la lesión
- Hipervigilancia
- El abandono de las actividades sociales
- Estados de depresión, ansiedad o estrés
Todos estos factores psicosociales condicionan en gran medida la evolución de la patología y pueden condicionar la recuperación de la lesión, aunque los procesos de curación del tejido sigan su curso.
Por eso, es muy importante que, durante un proceso de recuperación, sepamos bien manejar estos posibles factores psicosociales para que condicionen lo menos posible el pronóstico de la lesión.
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