La epidemiología de la artrosis a nivel mundial revela su creciente relevancia en la salud pública. Esta enfermedad degenerativa de las articulaciones afecta a millones de personas, especialmente en poblaciones envejecidas. Esta enfermedad plantea desafíos significativos en términos de atención médica y gestión de recursos sanitarios para abordar esta afección crónica y sus impactos en la calidad de vida de las personas.
En primer lugar, como presentación de la artrosis, pasaremos a destacar la definición que le otorgan algunas de las organizaciones de la salud más importantes enfocadas en el tratamiento de la artrosis.
American Academy of Orthopaedic Surgeons (AAOS): «La artrosis es una afección en la cual el cartílago que cubre las superficies articulares se desgasta gradualmente, lo que provoca dolor, rigidez y disminución de la función de la articulación».
Según la Osteoarthritis Research Society International (OARSI): «La artrosis es una enfermedad articular crónica caracterizada por el deterioro del cartílago articular y cambios en el hueso subyacente, los tejidos blandos y la sinovial de la articulación, lo que resulta en dolor, rigidez y limitación de la función».
Por último, el National Institute of Arthritis and Musculoskeletal and Skin Diseases (NIAMS): «La artrosis es una forma de artritis degenerativa que afecta las articulaciones. Se produce cuando el cartílago que recubre las superficies articulares se desgasta gradualmente, lo que provoca dolor, inflamación y dificultad para mover la articulación».
Todos coinciden en dicha degeneración del cartílago, así como los síntomas que produce en cuanto al dolor y la limitación funcional, factores que hablaremos en apartados posteriores. Es importante destacar como algunas de las definiciones no solo nos hablan del cartílago, sino también de la afectación a la articulación. Ya que causa cambios en el hueso, deterioro de los tejidos conectivos que mantienen la articulación unida y cohesión entre músculos y huesos.
FACTORES DE RIESGO
A continuación, pasaremos a desarrollar algunas de las principales causas encontradas para determinar los factores de riesgo que nos llevan a producir artrosis en alguna de nuestras articulaciones:
- Edad avanzada: sabemos que el riesgo de artrosis aumenta con la edad, esto unido al creciente envejecimiento de la población en países desarrollados nos lleva a determinarlo como uno de los principales factores.
- Género: es mayor en mujeres que en hombres, esta diferencia se presenta post menopausia, debido a factores hormonales, pérdida ósea o fuerza muscular.
- Obesidad: se destaca como el riesgo de sufrir artrosis aumenta en función de un mayor IMC, esta asociación es más significativa en mujeres que en hombres.
- Genética: los factores genéticos representan hasta un 60%, muchos de los genes podrían posibilitar un inicio dicha alteración.
- Inactividad y sedentarismo: producen atrofia muscular y deterioro en la condición física, lo que aumenta el dolor y acelera la progresión de la enfermedad hasta la invalidez por incapacidad funcional física.
PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
La corriente médica sobre el trato de la artrosis se encamina hacia una prescripción de ejercicios personalizados como una de las bases para su prevención y tratamiento.
La inactividad y sedentarismo, como indicamos anteriormente, nos lleva a ser una de las causas para acelerar esta enfermedad hasta producir dicha invalidez funcional. Por ello, la eficacia de realizar ejercicio y actividad física contribuye de forma muy eficaz a la creación de mejores hábitos y estilo de vida más activo, produciendo una terapia efectiva contra la artrosis.
Centrándonos en ejercicio y dolor, se aprecia como la terapia con actividad física mejora de forma considerable en sujetos que padecen dolor o molestia articular. Encontrando grandes resultados con ejercicio aeróbico, aumentando con ellos la capacidad funcional de los sujetos, así como los de fuerza muscular variando cargas y volumen, así como establecer unos hábitos de vida activa.
La pérdida de peso mejora el posible dolor e inflamación, así como la funcionalidad y movilidad de los sujetos. Además, el impacto de la obesidad puede no ser solo biomecánico, sino que también tiene algunos efectos sistémicos metabólicos e inflamatorios. Esta hipótesis se ve reforzada por la literatura reciente que muestra una asociación entre la artrosis y el síndrome metabólico.
El aumento del gasto energético con programas de ejercicios y actividad física cotidiana es un componente fundamental de la intervención terapéutica integral en el manejo de obesidad y sobrepeso frecuentemente asociados a artrosis.
La actividad física altamente repetitiva, intensa y de alto impacto parece conferir un mayor riesgo de desarrollar artrosis radiográfica de cadera y rodilla, pero no está claro si esta asociación se debe solo a la participación deportiva o es resultado de una lesión (Johnson & Hunter, 2014).
Se han obtenido buenos resultados en ejercicios aeróbicos en bicicleta en adultos debido al bajo impacto que tienen, mostrando beneficios en cuanto a prevención y sin reportes de dolor con contenidos de distintas intensidades durante el entrenamiento (K. Mangione et al.,1999).
Cabe destacar la introducción de terapias en agua para aquellos sujetos inexpertos, con un inicio de artrosis y que puedan padecer algún síntoma inicial como dolor o menor funcionalidad. El agua hace que trabajemos con menor impacto sobre las articulaciones y podamos introducir ciertos automatismos al sujeto que se puedan trasladar posteriormente al trabajo en seco (Silva & Valim,2008).
Para una mejora de la capacidad funcional, mayor control corporal y postural, el trabajo propioceptivo presenta unos grandes beneficios que nos ayudan a crear una base en un proceso de prevención (Myeong, 2007).
Llerena Delgado y Johanna Vanessa (2011), nos muestran una propuesta a seguir de prevención de la artrosis encontrando los contenidos esenciales de movilidad, propiocepción y progresión en diferentes contracciones aplicadas a la fuerza, empezando por isométricas y pasando a concéntricas.
Como protocolo de prevención la ACSM nos recomienda como imprescindibles esta serie de contenidos a la hora de prevenir y luchar contra la artrosis:
– Ejercicio aeróbico sin excesivo impacto: realizar con una frecuencia de 2-3 días semanales, alrededor de 30min al 40% de la frecuencia cardiaca max.
– Ejercicios de fuerza: 2-3 días no consecutivos entre el 50-65% de 1RM. Partiendo de un contenido básico con contracciones isométricas e ir progresando a mayor funcionalidad.
– Ejercicios de estiramientos: utilizados en activación, mejora del control neuromuscular y propiocepción.
– Ejercicio acuático: como presentado anteriormente, la reducción del impacto y la carga dentro del agua nos ayuda a prevenir y fortalecer la musculatura.
Si padeces esta dolencia o quieres prevenir su aparición y/o avance, no dudes en contactar con nosotros que seguro que podemos ayudarte. Puedes hacerlo en nuestro formulario del contacto o mediante nuestro número WhatsApp 656 50 13 17.